Para hacer panqueques hay que romper algunos huevos. Dicho popular, antiguo pero cierto, que me vino a la mente con la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental que repone la marcha a los estacionamientos subterráneos.
Como todo desafío en ciernes, traerá sus complicaciones e incomodidades transitorias mientras se ejecuta la fase constructiva. Y es que son proyectos impopulares, que no a todos podrá gustarles, que comienzan con una autoridad, pero cuya cinta probablemente cortará otra. Pero son altamente necesarios, urgentes, requieren de una mirada de largo plazo, de liderazgos políticos y técnicos fuertes sujetos a convicciones y no al “people meter” o al termómetro de las redes sociales.
Los estacionamientos, así como la red de puentes o la doble vía de acceso, no se pueden seguir eludiendo, ni menos, cediendo a la presión. Es inviable soñar en peatonalizar, que todo el mundo usará de la noche a la mañana el transporte público o en más ciclovías si lo básico, las calles, se usan para aparcar a falta de alternativas.
Porque seamos claros: los últimos años nos hemos ganado el apodo de la “ciudad de Los Líos” en que a cada idea surgen caudales de detractores que se arrogan la representación ciudadana e invaden los medios para oponerse a todo, pero sin aportar soluciones a cambio… son las denominadas “dictaduras de las minorías”.
Y si quien tiene la obligación de tomar las decisiones difíciles cede cada vez por un errado miedo a la pérdida de popularidad, condenamos a todos inexorablemente al fracaso constante y a la inacción permanente. Si en mi administración hubiese cedido al temor, hoy tendríamos un edificio abandonado o un sitio eriazo en lugar del mayor Casino de Juegos del sur; no estaríamos poniendo en marcha nuevos edificios públicos en el sector Estación incluido el nuevo Centro Cultural; seguiríamos con una costanera privativa para pocos pero sin desarrollo ni emprendimientos turísticos. Ni siquiera seríamos región y hoy estaríamos dependiendo de las migajas de Puerto Montt para apañar la inversión pública.
Ningún proyecto es perfecto y todo es mejorable si existe compromiso constructivo. En tal sentido hago un llamado en lo contingente a superarnos, a debatir para construir y sobre todo a no dejar de empujar la carreta hacia donde tiene que ir, para adelante. Porque no atreverse a hacer y oponerse al cambio porque sí, es lo peor que puede pasarle a una comunidad.
Por Bernardo Berger
Diputado