Por Camilo Gómez
Columnista noticiaslosrios.cl
Los jóvenes deberían estar estudiando en vez de andar en la calle molestando, es una frase recurrente cada vez que la prensa muestra largas hileras de personas que marchan por las calles con cartones pintados, lienzos, disfraces, gritos y consignas. Estos comentarios se han acrecentado a propósito de la movilización feminista que se encuentra en pleno desarrollo en nuestro país.
El gesto de salir a la calle a golpear una cacerola o gritar una molestia parece más un acto de desahogo que una efectiva forma de promover una solución a un problema. Sin embargo, a pesar de las dudas que pueda despertar esta forma de expresión, trataremos de responder a la pregunta tomando ejemplos prácticos que nos permitan dar cuenta de la importancia de estas expresiones ciudadanas.
La sociedad civil tiene muchas formas de organizarse: juntas de vecinos, clubes deportivos, fundaciones, agrupaciones culturales, entre otras y todas se caracterizan por tener un “objetivo social”, su fundamento, o lo que es lo mismo, su razón de ser: mejorar la calidad de vida de los vecinos, proteger la naturaleza, difundir el arte, etc.
Del mismo modo, los movimientos sociales surgen con un fundamento que es transversal a la sociedad o determinado grupo de esta, pero de manera espontánea, no institucionalizada (por ejemplo el movimiento feminista no posee una personalidad jurídica o una sede) y que busca generar discusión sobre un tema específico, pero del que más tarde pueden surgir instituciones, organizaciones cohesionadas y diferentes, asociaciones de la sociedad civil como fundaciones o corporaciones.
Si bien nuestro país –así como buena parte del mundo– cuenta con instituciones, leyes y organismos formales que abordan y administran la sociedad, estos son más bien reactivos, lo que significa que actúan o se construyen en función de una necesidad o condicionante previa y ejemplos de esto hay muchos:
Ley Emilia: Una cultura irrespetuosa respecto al consumo de alcohol y los riesgos que este aparejaba a la vida de peatones y otros conductores daba cuenta de accidentes fatales recurrentes, hasta que la indignación producida por la muerte de una bebé generó esta organización espontánea y la gente salió a las calles, con carteles, se crearon movimientos, se llamó a la prensa hasta que se creó una ley que daba respuesta a la necesidad de mayores penas a quienes causen lesiones o la muerte de alguien al conducir en estado de ebriedad.
Gratuidad: Los estudiantes, sin lugar a duda han sido un frecuente actor social que ha hecho uso de las movilizaciones para poner en la mesa temas de su interés no solo en Chile, sino en todo el mundo, partiendo con la “revolución pingüina” del 2006, pasando por las movilizaciones del 2011 y las del último tiempo que presionaron al gobierno de Michelle Bachelet para se estableciera un sistema de educación superior gratuito.
Este movimiento, si bien no logró la gratuidad universal, si logró que más de 300 mil estudiantes a la fecha cuenten con el mencionado beneficio, generando una importante oportunidad para que las familias más vulnerables puedan acceder a la educación superior, cuestión que otrora era prohibitiva.
Instituciones: Del mismo modo, instituciones como SERNAMEG, CONADI, o los Tribunales Medioambientales surgen como respuesta a inquietudes levantadas por la Sociedad Civil a través de movilizaciones. Problemas como la igualdad de género, la situación de los Pueblos Originarios o el conflicto entre la preservación del medioambiente y los megaproyectos hídricos –basta recordar las movilizaciones que se dieron en todo el país a propósito del proyecto Hidroaysén– son muestra del alcance que puede tener una movilización social.
De esta forma, vemos que la movilización surge como consecuencia de una fatiga general causada por un problema de inquietud general, lo que permite una fase inicial que podríamos llamar “diagnóstico”. Luego, con el tema sobre la mesa se pasa a una segunda fase que es la discusión de propuestas en que los movilizados, el Estado, los privados interesados y las organizaciones de la sociedad civil afines quienes manifiestan sus opiniones y fórmulas para superar el conflicto (de aquí surgen fundaciones como “Amor de papá”). Hasta que finalmente se establecen proyectos de ley, que una vez discutidos en el Congreso, reforman la sociedad, crean una institución nueva, establecen una normativa específica o dan respuesta administrativa a la necesidad elevada por la ciudadanía.
Por ello, sin temor a equivocarnos, cuando surge la pregunta que intentamos responder hoy, la respuesta es sí, sirven estas movilizaciones para que la ciudadanía que compone la nación (donde reside la soberanía según nuestra constitución) pueda ejercer sus derechos, de pensamiento, opinión y libertad de asociación y reunión para exigir no solo de las autoridades, sino de la sociedad en su conjunto, determinados cambios.
Y así, cuando escuchamos que “Los estudiantes sólo se deben dedicar a estudiar” como decía nuestra flamante reina de belleza Cecilia Bolocco, debemos considerar que no se puede ignorar que parte del proceso educativo es formar un pensamiento crítico, que le permita a las personas apreciar las virtudes de la sociedad en la que vive, pero también sus defectos y no conformarse con divisar una inequidad o un problema de su comunidad sino atreverse a formular propuestas, mejorando esas situaciones hacia la legítima aspiración llamada Bien Común.