Por Camilo Gómez
Columnista noticiaslosrios.cl
Cada cierto tiempo y por diversas razones el tema de la delincuencia se pone sobre la mesa y se discuten fórmulas para liberar a nuestra sociedad de la pesada carga que significa el fenómeno criminal.
Lamentablemente, las perspectivas con las que se aborda el tema, denotan una sensación de insuficiencia, un sesgo brutalizador si quiere, al proponer una guerra contra la delincuencia o escuchar diagnósticos sobre una política criminal basada únicamente en las sanciones penales.
El problema de la delincuencia, cuando es tratado seriamente, requiere un análisis de la sociedad en que el fenómeno se desarrolla, es decir, averiguar por qué se producen los delitos, cuáles son los factores de riesgo y cómo se ha resuelto este problema en otros lados para proponer soluciones permanentes. En definitiva, el proceso es más parecido a erradicar una enfermedad que a ganar una guerra.
Así, tenemos dos formas de enfrentar la enfermedad, una es cuando tenemos un paciente enfermo y otra cuando queremos que nadie más se enferme.
El primer caso entonces se refiere a una persona que comete un delito, en ese caso se debe aplicar la ley, determinar las responsabilidades, y dictar la sentencia que corresponda, eso es, tratar al paciente.
En el segundo caso, debemos tomar una posición más clara, pero también más difícil, la delincuencia no se resuelve con allanamientos, con cortarle las manos a los ladrones, así como no se erradicó el sarampión matando a quienes padecían la enfermedad.
Así, si buscamos resolver la enfermedad de la delincuencia, necesitamos entender por qué esta se produce, donde encontramos un primer elemento: las oportunidades. Los narcotraficantes reclutan niños como soldados a cambio de ropa, zapatillas, un celular, que de otro modo, con padres con ingresos menores al mínimo y que viven en lugares estigmatizados que hacen que no puedan acceder a mejores trabajos, generan un círculo vicioso de abandono, donde las pandillas y las mafias se convierten en familias para personas que como sociedad nos negamos a incluir.
Luego, la corrupción, un tema que en todas sus formas, debe ser eliminada. Esto para evitar cuestiones como que armamento policial termine en manos de las bandas criminales. Por ejemplo, el 2016 se “perdieron” de los cuarteles de Carabineros 46 armas y su respectiva munición, entre ellas modelos Uzi que coinciden con el arma que asesinó recientemente al cabo primero Óscar Galindo Q.E.P.D.
En tercer lugar, el fortalecimiento de las instituciones. Se debe entender que la separación de poderes es esencial para un Estado que funcione correctamente, así, el ejecutivo debe administrar y promover políticas públicas desde La Moneda, el legislativo crear leyes eficaces para resolver las necesidades de nuestro país en el Congreso Nacional y finalmente el poder judicial, aplicar la ley de manera profesional y efectiva, lo que hasta ahora hacen nuestros tribunales encabezados por la Corte Suprema. Lo que no se puede permitir a este respecto es que declaraciones como las del ministro del interior de hace unos días, cuestione el procedimiento de los jueces, en razón de cuestiones políticas, puesto que los tribunales de la república no pueden dictar resoluciones por convicciones de ese tipo y no entender esa diferencia, pone en peligro el Estado de Derecho, lo que sin duda es un caldo de cultivo para una delincuencia desatada, perturba el trabajo de las policías y genera inseguridad en la ciudadanía de manera gratuita.
De todo lo anterior, se sigue que la solución a la delincuencia pasa por resolver problemas de equidad y oportunidades, que son sistemáticos y no tan claros en el día a día. Para ello debemos ver que gráficamente, los países con menos inequidades, donde hay acceso a salud y educación de calidad, donde las personas pueden vivir dignamente no importa si se es ingeniero o personal de aseo, esas sociedades no han erradicado la delincuencia a balazos, no es necesario, la gente deja de delinquir porque no necesario, las cárceles se cierran y esos recursos se destinan a mejorar aún más la calidad de vida de los ciudadanos. Lamentablemente, al ser un proceso a largo plazo, y por ello difícil de vender en una candidatura política pensada en periodos de cuatro años, ni siquiera se intenta. Y se prefiere hablar de meter más personas en las cárceles, endurecer aún más las penas y reinsertar en la sociedad a personas que nunca han estado insertas. De esta forma se explica que algunos países desarrollados tengan altos índices de delincuencia, por ejemplo, Estados Unidos, pues a pesar de que es una – si no la más – importante economía del mundo, su nivel de desigualdad de acceso a oportunidades sigue siendo muy alto, y la inequidad, por ende, se traduce en delincuencia. Otros ejemplos, como Holanda, han visto sus cifras de delitos caer precisamente porque han resuelto estas brechas de acceso, han disminuido la segregación social y han permitido que sus ciudadanos al nacer en su país, puedan, literalmente, creer en una meritocracia real.
Finalmente, podemos responder que es la dificultad a resolver el tema de la delincuencia pasa porque nos preocupamos mucho de lo que pasa después de cometido un delito, sin tomar en cuenta que los esfuerzos deben enfocarse a lo que sucede antes de que este se cometa, para ello expertos en criminología y política criminal han trabajado por años para diseñar formas efectivas de control de la criminalidad, por ello se debe entender que la mejor forma de atacar la delincuencia de raíz no es cortando manos, ni meter a la cárceles a niños de 12 años, sino tal como se erradica una enfermedad, debemos crear anticuerpos y vacunar a nuestros ciudadanos de oportunidades, para que nadie enferme del virus criminal pues como bien sabemos, prevenir, es mejor que curar.