Por Leonardo Vidal Hernández
Académico carrera de Terapia Ocupacional, UCEN
Según la OMS, se calcula que 1 de cada 160 (0,625%) niños/as en el mundo tiene un TEA. En Chile la tasa es similar (1 por cada 100). Considerando la población proyectada para el año 2016 (18.191.884) se estima que 181.191 personas podrían estar viviendo con trastorno del espectro autista en Chile. Es decir, cada uno de nosotros, en nuestros barrios, es probable que convivamos con una familia que tiene un integrante con esta condición de salud. Según definición de OMS (2018) los TEA son afecciones caracterizadas por algún grado de alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, y por un repertorio de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo. El Manual Diagnóstico DSM V, nos menciona que una de las comorbilidades de esta población son los problemas de procesamiento sensorial.
Según estudios, entre el 60 y el 95% de las personas con TEA presentaría estas dificultades, las que pueden aparecer en el área táctil, auditiva, oral, visual u olfativa. Estas dificultades se expresan en cambios conductuales, comportamentales, sociales, motores, socioemocionales, entre otros. Pero estas problemáticas no son exclusivas de las personas con TEA, ya que todos procesamos la información sensorial de manera diferente. Es desde allí que este tipo de dificultad puede sucederle a cualquiera, pudiendo referirnos a distintas áreas de la población y su neurodiversidad, sin reparar en edades o diagnósticos. Una de las dificultades más prevalentes es a nivel del procesamiento del estímulo auditivo. Para poder ejemplificar de manera sencilla, ante estos estímulos puede existir una respuesta adaptativa o adecuada ante la magnitud del estímulo, o puede existir una respuesta desadaptativa, pudiendo ser esta una hipo respuesta, la cual se puede expresar con conductas cómo no registrar cuando son llamados, lo que suele interpretarse como falta de interés, o una hiperrespuesta, que se ve expresada en conductas como taparse los oídos ante estímulos que pueden parecer inofensivos para otros o incluso realizar rabietas descontextualizadas y que alteran el comportamiento social propio y de la familia, conductas también muy difíciles de auto regular.
Es por este motivo que, entendiendo que algunos estímulos auditivos muy comunes alteran la conducta, debemos preguntamos qué pasa con el estímulo auditivo que producen los fuegos artificiales utilizados en las fiestas de fin de año. ¿Cómo algo que es divertido para algunos, altera de sobremanera las rutinas de algunas familias y afecta la conducta de otros? Como estrategia para las familias o redes de apoyo de personas con TEA, se recomienda ayudarlos a anticipar la situación, explicando de antemano que podría suceder, buscar actividades placenteras y distractoras como el juego, entregar contención emocional y en caso de ser necesario complementar con el uso de audífonos protectores que los ayuden a disminuir el ruido que perciben. Pero, ante todo, el llamado es a la empatía de la comunidad respetando y evitando el uso de fuegos artificiales. Recordar que son ilegales, peligrosos de manipular, y afectan tanto a personas como animales.