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viernes, octubre 18, 2024

Radiografía del dolor crónico

Por Dr. Franco Lotito C.
Académico, escritor e investigador (PUV-UACh)

Partamos destacando, que el maestro del Budismo, Siddharta Gautama (siglo V antes de Cristo), hacía una diferencia entre el “dolor emocional” –distinto al dolor físico– y el “sufrimiento”, al señalar en sus enseñanzas que “el dolor emocional era inevitable, en tanto que el sufrimiento era opcional”, y por cierto, que este maestro espiritual tenía razón, ya que el “dolor emocional” es inevitable en la vida cuando, por ejemplo, se pierde a un ser querido, cuando fracasa un proyecto en el que hemos puesto todo nuestro esfuerzo y dedicación, o cuando una relación de pareja se rompe de manera violenta, etc.

El “sufrimiento”, por otra parte, es el resultado de cómo encara la persona esa situación dolorosa que le ha tocado vivir, cómo se adapta y acepta dicha situación para poder superarla, ya que esto sí se puede combatir a fin de evitar un sufrimiento innecesario.

Algo muy distinto es lo que sucede con el “dolor físico”, ya que de acuerdo con diversos estudios –uno de ellos realizado recientemente y que fue publicado en septiembre de 2023– se ha podido constatar que el “dolor físico crónico” afecta a un porcentaje significativo de la población mundial y representa una de las causas más importantes de la pérdida de salud y de años de vida de las personas. Por otra parte, hacerle frente a esta problemática recurrente implica un costo elevado para el Estado, para la sociedad y para las personas afectadas.

La Organización Mundial de la Salud define al dolor como “una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial”, al respecto de lo cual, existirían cinco tipos de dolor: el dolor agudo, dolor crónico, dolor inflamatorio, dolor neuropático y el dolor nociceptivo (causado este último, por la activación de los receptores del dolor –nociceptores– en respuesta a un determinado estímulo, ya sea una lesión, una infección o una enfermedad).

En el caso de nuestro país, una serie de estudios pioneros ha podido constatar que existe un problema de características similares al que vemos a nivel mundial. Ahora bien, a raíz de la importancia que representa el dolor crónico para las personas, el Estado y las autoridades responsables pretenden establecer una serie de “políticas públicas” con la finalidad de poder enfrentarlo, pero para ello es esencial tener un conocimiento cabal de su prevalencia y acerca de los factores asociados.

El Centro Universidad Católica de Estudios y Encuestas Longitudinales (CEEL) y la Asociación Chilena de Seguridad (Achs) presentaron la primera versión de la “Radiografía del Dolor en Chile”. Este estudio realizado por el Dr. Juan Carlos Vélez (del Hospital del Trabajador), la Dra. Margarita Calvo (de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica), David Bravo (del CEEL), Paulina Calfucoy (de la ACHS) y Antonia Errázuriz (de la Escuela de Medicina de la Universidad Católica) investigaron la prevalencia del dolor crónico en la población nacional, lo que permitió –a través de la obtención de datos representativos– comprender e identificar la magnitud de un problema que afecta a una proporción importante de personas a nivel mundial.

David Bravo, director del CEEL, destaca que “hasta ahora no se contaba con información representativa sobre la prevalencia de dolor crónico para el total de la población. Estos datos permiten ahora dimensionar con precisión el problema y sus causas relacionadas”.

El estudio se llevó a cabo entre marzo y mayo de 2023, a partir de una muestra representativa a nivel nacional de 3.012 personas de 18 años o más y se estimó la prevalencia, severidad e impacto del dolor crónico en la población.

El Dr. Juan Carlos Vélez aclara que “en nuestro estudio, el dolor crónico se refiere a haber tenido dolor constante o la mayor parte del día durante los últimos tres meses, con intensidad mayor a 4 en una escala de 0 a 10. Bajo esa definición, en Chile un 26% de las personas padece de dolor crónico, lo que aumenta progresivamente con la edad. Es así que entre los jóvenes de 18 a 24 años la prevalencia es de 9,6% y crece hasta llegar a un 37% entre los mayores de 71 años”.

Por otra parte, desde la variable de género, los hallazgos muestran datos preocupantes, porque son las mujeres quienes más padecen de dolor crónico, casi “duplicando en prevalencia con un 32,9% respecto de un 18,9% entre los hombres” y, además, el dolor es experimentado con mayor severidad por las mujeres con un promedio de 6,9 versus 6,2 en una escala de 0 a 10.

La situación previsional es otra variable de interés. La mayor proporción de personas con dolor crónico son aquellas sin ningún tipo de previsión de salud, donde un 49,5% de la población declara tener dolor crónico. Para quienes tienen previsión, un 29,4% de los afiliados al Fondo Nacional de Salud (Fonasa) lo señalan y un 13,4% de quienes están afiliados a Instituciones de Salud Previsional (Isapres).

La condición de salud de las personas muestra, asimismo, que quienes presentan algún tipo de enfermedad crónica, como diabetes o hipertensión, manifiestan tener dolor crónico en mayor medida que quienes no padecen estas enfermedades.

El impacto negativo en las actividades de la vida cotidiana es otro de los efectos del dolor crónico, ya que interfiere en: (a) las tareas diarias, (b) recreativas y (c) laborales. En una escala de 0 a 10, donde 0 indica ninguna interferencia y 10 interferencia extrema, las “personas declaran un promedio de 5,7 de afectación en sus tareas diarias, un 4,7 en la capacidad para participar de actividades recreativas y sociales y un 4,6 en actividades laborales”. Un dato importante en términos de género: la prevalencia y la severidad del dolor crónico afectan en mayor magnitud a las mujeres que a los hombres en sus actividades diarias.

La conclusión final que saca el Dr. Carlos Vélez es que “estos resultados permiten comprender con mayor profundidad que el dolor crónico es una realidad que afecta a un porcentaje muy alto de la población y que aun así no tiene la visibilidad suficiente”.
Resulta crucial, entonces, darle la visibilidad que se merece y aumentar los esfuerzos para su comprensión y tratamiento.

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