Por Felipe Cañoles Cañoles
Entrenador de Básquetbol – Club Deportivo Union Basquet
En la encrucijada de la educación y el desarrollo humano, el deporte de formación se erige como una herramienta poderosa y transformadora. En una época en la que la tecnología mantiene a nuestros niños frente a pantallas durante varias horas al día, una encuesta realizada por el DAEM de La Unión en 2023 reveló que el 19.1% de los estudiantes entre séptimo y cuarto medio pasan más de cinco horas frente a una pantalla, mientras que el 16.8% pasa más de seis horas. En este contexto, es crucial redescubrir el valor del deporte, no solo como una competición, sino como un derecho humano esencial para vivir más y mejor.
La infancia es una etapa dorada para inculcar hábitos saludables. Los niños, en su inocente repetición de conductas, están especialmente receptivos a adoptar estilos de vida activos sin cuestionar su valor. Aquí es donde la motivación se convierte en el motor principal. Cuando la motivación se nutre adecuadamente, no solo despierta y dirige el comportamiento, sino que también lo energiza y regula, creando una base sólida para una vida activa y saludable.
Sin embargo, la verdadera magia del deporte de formación radica en su capacidad para transformar más allá del individuo. Al trabajar en la modificación de conductas en los entornos cercanos a los estudiantes —incluyendo padres, profesores y entrenadores— fomentamos valores que trascienden el mero juego: colaboración, empatía, liderazgo, inclusión, igualdad, respeto, disciplina, perseverancia, responsabilidad, solidaridad, justicia, autocontrol, confianza, tolerancia y humildad. Estos valores no solo enriquecen el carácter educativo del deporte de formación, sino que también generan cambios sociales y culturales profundos y duraderos.
Es fundamental comprender que no existe un conflicto entre lo competitivo y lo formativo. Ambos pueden y deben coexistir. La competición, cuando se enfoca correctamente, puede ser una fuente de alta motivación y autosatisfacción. En este sentido, y según la teoría de metas de logro, existen dos principales motivaciones: la motivación enfocada en la tarea y la motivación enfocada en el ego. La motivación enfocada en la tarea se centra en cuánto se es capaz de mejorar las propias capacidades individuales y colectivas, valorando el aprendizaje y el progreso personal. Por otro lado, la motivación enfocada en el ego se basa en compararse con otros y en vencerlos para sentir éxito. Esta última puede aumentar la posibilidad de deserción en el deporte, ya que los jóvenes que no se consideran “los mejores” pueden desmotivarse y abandonar la práctica. De esta manera, el deporte de formación se convierte en un espacio donde se valora el esfuerzo, la perseverancia y el trabajo en equipo por encima del simple resultado de la comparación con otros. Enfocar correctamente la competición implica desarrollar la motivación intrínseca, promoviendo un entorno más enriquecedor y sostenible para todos los estudiantes.
La visión del éxito en el deporte debe ir más allá de las victorias y derrotas. Debe centrarse en el aprendizaje, el desarrollo personal y la formación de una cultura deportiva inclusiva y equitativa. Este enfoque no solo prepara a los estudiantes para una vida adulta activa y saludable, sino que también promueve el deporte como un derecho y una herramienta para disfrutar del presente. En lugar de perpetuar paradigmas que segregan y excluyen, debemos utilizar el deporte para construir una sociedad más inclusiva, generosa y empática.
La problemática del sedentarismo es compleja y multifactorial. La forma en que definimos el éxito en el deporte puede ser crucial para aumentar la adherencia a la actividad física a lo largo de la vida, abordando de manera sistémica esta pandemia silenciosa que afecta a nuestra sociedad.
En última instancia, el deporte de formación debe ser visto como una plataforma para la educación y el desarrollo personal. Al utilizar el deporte no solo como una competición, sino como una herramienta educativa y formativa, podemos preparar a nuestros jóvenes para una vida plena y saludable. Debemos ser capaces de crear un cambio significativo, asegurando que el deporte de formación sea un motor para el desarrollo de una sociedad inclusiva, generosa y empática, donde todos tengan la oportunidad de vivir más y vivir mejor.