La influencia de los espacios educativos en el desarrollo
Los espacios educativos desempeñan un rol fundamental en el desarrollo integral de niñas y niños, proporcionando un entorno donde pueden explorar, interactuar y aprender de manera segura y estructurada. Según UNICEF, un ambiente de aprendizaje bien diseñado permite a los niños desarrollar habilidades cognitivas, sociales y emocionales, contribuyendo al desarrollo de la confianza en sí mismos y a la construcción de relaciones con sus pares y adultos.
Además, un espacio educativo seguro y estimulante impacta directamente en el bienestar emocional y mental de las niñas y niños. La Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya que un ambiente de aprendizaje positivo, con espacios adecuados para jugar, relajarse y aprender, reduce los niveles de estrés y ansiedad en los estudiantes, promoviendo un ambiente propicio para el aprendizaje y el desarrollo socioemocional. Estos espacios, combinados con una pedagogía que apoye la inclusión y el respeto por la diversidad, son esenciales para fomentar el sentido de pertenencia y la autoestima en las infancias, preparando el terreno para su éxito académico y personal a largo plazo.
Conscientes de esta realidad, en la sala cuna y el jardín infantil “Mi Pequeño Sueño”, que se ubica en la localidad de Reumén, desde su creación en 2008 han trabajado en la implementación de prácticas educativas que involucran a toda la comunidad en el cuidado de la naturaleza y en la creación de espacios propicios para las niñas y los niños, promoviendo experiencias de aprendizaje centradas en la preservación del entorno natural. Con su sello medioambiental, buscan inculcar en la niñez, desde sus primeros años, el respeto por el medio ambiente y la importancia de desarrollar conductas sustentables que beneficien a su comunidad y al planeta.
La disposición y el diseño de los espacios en este establecimiento no solo están pensados para el desarrollo físico de los niños, sino también para fomentar su apego y bienestar emocional. El jardín promueve lo que llaman “apego espacial”, un concepto que refiere al vínculo que los párvulos crean con los lugares donde aprenden y juegan. Los espacios están diseñados para que las niñas y niños se sientan seguros y en armonía, favoreciendo un entorno donde cada rincón invita a la exploración, la curiosidad y el aprendizaje a través del juego. Este apego a los espacios se convierte en un elemento clave para el desarrollo de las y los párvulos, ya que les proporciona un ambiente en el que pueden desarrollarse y descubrir el mundo de manera respetuosa y natural.
Patricia Aguilar, quien lleva ocho años a cargo del jardín infantil, explica que el sello ambiental es un pilar fundamental en la propuesta educativa de “Mi Pequeño Sueño”. “Este jardín infantil cuenta con dos niveles educativos heterogéneos: nivel sala cuna y nivel medio heterogéneo. Somos ocho personas trabajando en este espacio: yo como encargada, dos educadoras de párvulos, cuatro técnicos en educación parvularia y una auxiliar de servicios. Actualmente, tenemos una matrícula de 10 niñas y niños en nivel sala cuna y 14 en nivel medio. Tenemos un sello medioambiental que trabajamos a través de experiencias lúdicas con las niñas y niños. En sala cuna traemos la naturaleza hacia el aula y, con los que son más autónomos, realizamos salidas educativas planificadas dos veces al año, en invierno y verano. Las familias apoyan el proyecto, permitiendo que estas salidas se hagan sin mayores aprehensiones, ya que este es un sector rural y las niñas y niños están acostumbrados a jugar al aire libre y relacionarse con la naturaleza”, detalla Aguilar, destacando la importancia de contar con el respaldo de las familias en esta iniciativa.
La disposición de los espacios en este establecimiento tiene un enfoque único, donde cada detalle es pensado para que las niñas y niños se sientan cómodos y protagonistas de su aprendizaje. Aguilar enfatiza el rol de los ambientes de aprendizaje en el desarrollo infantil: “Los espacios tienen una connotación sumamente importante dentro de nuestro jardín infantil. Estos ambientes buscan que el niño y niña se vincule e interactúe de una manera natural y orgánica. Para diseñar estos espacios, tenemos que considerar una serie de características; lo principal es que el niño y niña sea protagonista, que el ambiente le permita libertad y juego. Las educadoras tienen que diseñar un espacio que sea atractivo y llame la atención estéticamente, cuidando cada elemento y seleccionándolo cuidadosamente. Trabajamos para que eso ocurra y, en estos espacios, finalmente se da la experiencia educativa. Nuestra propuesta educativa es crear un lugar donde las niñas y niños se vinculen permanentemente”.
Por su parte, Bernardita Caamaño, educadora del nivel medio, detalla el enfoque pedagógico que se sigue con las niñas y niños de entre 2 y 4 años, destacando la observación de sus intereses como eje para el diseño de las actividades. “En el nivel de nosotros trabajamos con niñas y niños de 2 a 4 años y todo lo que preparamos para el aprendizaje de ellos es de acuerdo a los intereses que observamos en ellos día a día. Trabajamos con dos tipos de planificación: la planificación lúdica y la planificación de ambientes de aprendizaje, y todo esto considerando el interés que se observa en las niñas y niños. Todo está totalmente ligado a lo que observamos, a cómo ellos interactúan entre sí como pares y a lo que les interesa, ya sea en el arte o en lo sensorial. De acuerdo a eso, preparamos los espacios pedagógicos y las experiencias lúdicas, adaptándolas a sus intereses. Tenemos talleres de experimentos y talleres de cocina, que les llaman mucho la atención, y en base a todo lo que observamos de ellos, vamos preparando nuestras actividades”, describe Caamaño.
La colaboración de las familias ha sido clave en el desarrollo de las actividades del jardín infantil. Bernardita señala cómo los padres y madres se involucran activamente en los talleres, aportando materiales y participando en el proceso educativo. “Las familias han colaborado activamente en todo lo que son los aprendizajes y talleres que realizamos en el nivel. Por ejemplo, el día miércoles tenemos el taller de experimentos, y días antes a la familia se le pide lo que se va a ocupar para ese taller. O para el taller de cocina también, se les pide con anticipación lo que las niñas y niños van a necesitar. Ellos participan activamente con el material y han sido parte importante en el desarrollo de estos aprendizajes. Esto ha permitido que las niñas y los niños experimenten de forma libre, y nosotras como educadoras somos principalmente observadoras de lo que ellos van aprendiendo. Antes, todo era dirigido por la educadora, pero ahora nosotras solo observamos y mediamos si es necesario”, comenta, resaltando la importancia de un aprendizaje basado en la observación y la autonomía de las niñas y niños.
Desde la sala cuna heterogénea, Pilar Barría Millar, educadora de párvulos, subraya la relevancia de un ambiente educativo que favorezca el juego libre y la exploración, destacando que el entorno físico se convierte en un “tercer educador” en el desarrollo de la niñez. “En educación parvularia, el ambiente educativo se convierte en un tercer educador que favorece el juego libre y la exploración, elementos esenciales para el desarrollo de las niñas y niños. Nosotras, como educadoras, diseñamos estos espacios para acompañarlos en su crecimiento y aprendizaje. En sala cuna heterogénea, trabajamos con diversas áreas, como la vida cotidiana, el fomento lector, y la motricidad, integrando prácticas pedagógicas enriquecedoras que responden a las necesidades e intereses de las niñas y niños de distintas edades, desde los 7 meses hasta los 2 años”.
Finalmente, Pilar Barría también enfatiza el impacto positivo que estas prácticas han tenido en el bienestar de las niñas y niños y la participación de las familias en el proceso educativo, señalando que el enfoque colaborativo ha permitido ajustar estrategias para adaptarse a las diversas realidades de cada familia. “Observamos un impacto positivo en el bienestar y desarrollo de las niñas y niños, quienes pueden tomar decisiones y explorar libremente en el aula. Además, incorporamos la diversidad cultural de las familias, que participan activamente en el proceso educativo. Con un enfoque flexible y colaborativo, valoramos las opiniones y el compromiso de cada familia, ajustando estrategias para aquellas que enfrentan dificultades. Esta metodología ha sido enriquecedora tanto para el equipo pedagógico como para los niños, niñas y sus familias”, concluye.