Quienes dejan de consumir tabaco siempre ganan. A los 20 minutos, disminuye el ritmo cardíaco y baja la presión arterial a la normalidad. A las 12 horas, los niveles de monóxido de carbono en la sangre bajan. A los 3 meses, mejora la circulación y la función pulmonar aumenta. Al año, el riesgo de enfermedad cardiaca baja al 50%. El riesgo de sufrir algún evento cardiovascular importante (muerte, infarto o accidente cerebrovascular) baja significativamente a los 5 años posteriores a dejar de fumar. Sin embargo, se necesitan entre 10 a 15 años para que las tasas de incidencia de estos eventos se acerquen a los que nunca han fumado. Está comprobado que dejar de fumar tiene grandes beneficios a la salud, pero dejarlo no siempre es fácil.
“No es fácil porque más que un hábito, el cigarrillo es una adicción, en particular a la nicotina, uno de sus principales componentes y que produce efectos placenteros en el cerebro. Si tomamos esto en consideración y como cualquier otra adicción, dejar de fumar requiere -en muchos casos- no sólo de fuerza de voluntad, sino también de ayuda profesional”, indica Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
De acuerdo a la profesional, a pesar de que hoy existen tratamientos farmacológicos (con medicamentos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, FDA), existe un consenso entre los especialistas que para dejar de fumar se necesita no sólo de un componente farmacológico, sino que también de uno psico-social fuerte. “Se suele escuchar de curas milagrosas para dejar de fumar y captan la atención de personas que buscan que el cambio sea rápido y con el menor esfuerzo posible. No obstante, sí está demostrado que los tratamientos farmacológicos avalados aumentan la tasa de éxito si se los combina con la consejería práctica por parte de un profesional capacitado porque favorece que los fumadores cambien su comportamiento”, enfatiza.
Tipos de tratamientos
De acuerdo a la FDA, cuatro de los seis tratamientos eficaces para dejar de fumar se encuentran dentro de las terapias de reemplazo de nicotina (NTR, por sus siglas en inglés). Estas terapias estimulan los receptores del cerebro que reciben la nicotina y ayudan a aliviar los síntomas de abstinencia y las ansias de fumar que llevan a la recaída. Básicamente, van proporcionando gradualmente al cuerpo dosis más pequeñas de nicotina, sin exponerte a las sustancias químicas tóxicas que se encuentran en el humo del cigarrillo.
Los NTR suelen ser de venta libre y podemos encontrar parches cutáneos, chicles (que deben masticarse de acuerdo a las instrucciones para que sean efectivos) y pastillas, que se utilizan disolviéndose en la boca. Asimismo, en algunos países se pueden encontrar spray e inhaladores de nicotina. Varios estudios científicos han mostrado que el uso de estas terapias tiene una probabilidad de alrededor de 1,5 veces más de dejar de fumar de forma exitosa comparado con el uso de placebo.
Asimismo, existen medicamentos -sin nicotina- que son efectivos. Uno de ellos es la Vareniclina (más conocida como Champix), que requiere de receta médica y funciona al interferir los receptores de nicotina en el cerebro, disminuyendo el placer que una persona consigue al fumar y reduciendo los síntomas ocasionados por la abstinencia a la nicotina. Este medicamento puede duplicar la probabilidad de dejar de fumar comparándolo con placebo. “No obstante, es importante señalar que este medicamento tiene efectos secundarios como las náuseas, vómitos, dificultad para dormir, estreñimiento y dolor de cabeza, entre otros, por lo que debe ser indicado por un profesional considerando las condiciones de cada paciente”, destaca la doctora.
También existe el Bupropión, un antidepresivo de acción prolongada que ayuda a reducir las ansias y los síntomas de abstinencia. Este medicamento actúa sobre los agentes químicos del cerebro que están relacionados con los deseos de fumar. Su efectividad es similar a las NTR: no obstante, tiene similares efectos secundarios que la Vareniclina y contraindicaciones en caso de pacientes que hayan experimentado convulsiones o predisposición a éstas. Según la profesional, estos medicamentos y terapias han logrado comprobar su eficacia en múltiples estudios. “Todos estos productos tienen una efectividad comparable y la decisión por uno u otro o la combinación de dos o más de ellos dependerá del perfil de seguridad de cada paciente”, agregó.
Por otra parte, la orientación conductual debe considerarse para lograr el éxito. Las terapias cognitivo conductuales (TCC) o las entrevistas motivacionales podrían ayudar a identificar los factores desencadenantes, además de enseñar habilidades para evitar recaídas y estrategias efectivas para no volver a hacerlo frente a situaciones estresantes. De hecho, varios estudios señalan la ayuda que este tipo de terapias entregan a pacientes que quieren dejar esta adicción.
De acuerdo con la Clínica Mayo, sólo cerca del 5% de las personas que intentan dejar de fumar tienen éxito sin ayuda o tratamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el tabaquismo es responsable de la muerte de más de cinco millones de personas al año -y que podría aumentar a ocho para el 2030- y en Chile es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad, estando presente en el 65% de las patologías cubiertas por el AUGE/GES, cobrando la vida de más de 16 mil chilenos al año. De hecho, el Sistema de Salud nacional gastaría un 11,5% de su presupuesto en diagnosticar y tratar enfermedades asociadas al consumo del tabaco.
“El trabajo integral para enfrentar el tabaquismo debe ser una preocupación sanitaria a nivel nacional dada la morbimortalidad evitable que supone su consumo. Hoy es importante que las terapias estén al alcance, tanto en el sistema público como privado, y se trabajen los enfoques promocionales, preventivos y curativos, porque dejar de fumar sí es posible con la ayuda y orientación adecuada”, finaliza la especialista.