Por Dr. Franco Lotito – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC- UACh)
“La memoria es como el mal amigo: cuando más falta te hace, ahí te falla”
Resulta muy positivo confirmar que todos los estudios científicos que se han hecho hasta ahora, han demostrado de manera fehaciente que la realización de actividad física de forma regular no sólo presta grandes beneficios desde el punto de vista de la salud física de las personas con el fin de contrarrestar graves problemas de salud como el sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión arterial, envejecimiento prematuro, desarrollo de diversas formas de cáncer, etc., sino que “el ejercicio también activa de manera efectiva nuestras neuronas”.
La realización de actividad física de manera habitual ayuda a los adultos con déficit atencional a regular sus problemas de concentración, impulsividad y distracción, en tanto que diversos estudios epidemiológicos han descubierto una importante asociación entre la realización de actividad física y una disminución del riesgo de desarrollar Alzheimer, la insidiosa y temida “enfermedad del olvido”.
Todos estos resultados son muy fáciles de comprender al analizar los siguientes datos: cuando una persona realiza actividad física en forma habitual se modifican las funciones relacionadas con la coordinación psicomotriz, así como con el aprendizaje de los diversos movimientos y acciones que esté llevando a cabo un individuo, al mismo tiempo que se estimula al cerebro a través de la emisión de impulsos eléctricos, ya que todo ejercicio físico se acompaña –en forma paralela y natural– de un aprendizaje que genera cambios a nivel neuronal, lo que, como consecuencia, facilita la actividad cerebral del ser humano.
Una investigación realizada por el Dr. Charles Hillman de la Universidad de Illinois, EE.UU., reveló que la actividad física tiene un impacto positivo en la cognición, memoria y desempeño intelectual de las personas, debido a que tiene grandes efectos a nivel de la “neuroplasticidad cerebral” al permitir que las neuronas mantengan un contacto fluido entre ellas, específicamente, en la zona del hipocampo, una estructura cerebral que está vinculada directamente con la memoria y el aprendizaje.
Otro factor involucrado en los efectos beneficiosos del ejercicio en el cerebro que ha sido estudiado por el Dr. John Ratey, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, EE.UU., es la proteína BDNF (Brain Derived Neurotrophic Factor) por su sigla en inglés, o “Factor neurotrófico derivado del cerebro”, en español, que representa la neurotrofina de mayor expresión en el sistema nervioso central, una proteína –cuya secreción es facilitada por el ejercicio– que desempeña un “importante papel en la proliferación, diferenciación y supervivencia de las neuronas”.
El Dr. Ratey asegura en su libro “Spark: la nueva ciencia revolucionaria del ejercicio y el cerebro” que la actividad física que realiza una persona eleva los niveles de la proteína BDNF, a la que el científico califica como una especie de “tonificante cerebral”, ya que tiene la capacidad de modular y mejorar la comunicación entre las neuronas, haciendo más eficiente el proceso cognitivo expresado por intermedio de una mejora de la memoria y del desempeño intelectual.
Por otra parte, la proteína BDNF juega “un papel fundamental en la regeneración de las neuronas y en la preparación del cerebro para nuevos conocimientos”, en función de lo cual, esta sustancia ayudaría al cerebro a ser más resistente al envejecimiento neuronal y a generar nuevas neuronas, a raíz de lo cual, a los pacientes con problemas de memoria se les recomienda la práctica regular de actividad física.
Si a los grandes beneficios que produce el ejercicio en el cerebro le sumamos el impacto positivo que tiene en nuestro organismo, no hay excusa alguna para no ir pensando desde ya en comenzar a realizar algún tipo de actividad física y deportiva. Revisemos brevemente algunos de los tantos beneficios para nuestro cuerpo:
1. Mejora la oxigenación del organismo y genera un aumento de las endorfinas: aumenta la producción de occitocina, serotonina, dopamina, etc., reconocidos estimulantes del bienestar humano.
2. Efectos en el corazón: hace más gruesas las paredes del corazón, ya que las cavidades adquieren mayor volumen y la musculatura tiene más fuerza para contraerse. Hay menor presión arterial, por lo tanto, el corazón trabaja mucho menos, presentando una frecuencia cardíaca más armónica y eficiente.
3. Efectos en los músculos esqueléticos: mejora la calidad del cartílago, por lo tanto, las articulaciones están mejor preparadas para enfrentar el envejecimiento. Los músculos tienen mayor volumen y fuerza.
4. Efectos en los pulmones: aumenta la capacidad pulmonar, lo que permite realizar una mayor cantidad de ejercicios más intensos.
5. Efectos sobre los huesos: los huesos se hacen más densos y más resistentes a las cargas, lo que representa una menor probabilidad de fracturas en el futuro.
6. Efectos sobre el metabolismo: facilita la absorción de glucosa en la sangre, lo que disminuye el riesgo de desarrollar diabetes.
Digamos, finalmente, que los numerosos beneficios de la práctica regular de actividad física han sido considerados como fundamentales, tanto para nuestro cuerpo, como así también para una estructura vital de nuestro cerebro asociada con la memoria, el aprendizaje y el desempeño intelectual: “el hipocampo”, es decir, la zona encargada –entre otras funciones– de almacenar en la memoria los datos e información, el conocimiento y los recuerdos.