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viernes, diciembre 27, 2024
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La pirámide de los valores y de los logros de John Wooden

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Por Dr. franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

De acuerdo con la Revista de Psicología y Filosofía “La Mente es Maravillosa”, la pirámide del éxito de John Wooden –que guarda una cierta analogía con la pirámide de Abraham Maslow o jerarquía de las necesidades humanas– “es un modelo de conducta que fue diseñado para jugadores de baloncesto” y que se centra, principalmente, en los valores de las personas.

Con el paso del tiempo, esta teoría motivacional –que estaba circunscrita al ámbito del deporte– fue más allá y traspasó las canchas de juego, para terminar convirtiéndose en un esquema de comportamiento que es seguido y practicado por diversas empresas y personas de todo el mundo como una útil herramienta para efectos de conseguir los objetivos y metas que se hayan propuesto alcanzar.

John Wooden fue un entrenador de equipos de básquetbol en la Universidad de California, Estados Unidos, y bajo la dirección de Wooden, el equipo de básquetbol de esta universidad ganó 10 de los 12 títulos que se disputaron en una final de estudiantes universitarios. Sin embargo, el entrenador Wooden no pasó a la historia por los numerosos triunfos que alcanzó en su vida profesional y deportiva, sino que por la filosofía de vida que generó detrás de dichos triunfos y que quedó plasmada en “la pirámide del éxito”.

Es preciso dejar consignado que esta pirámide no es una simple fórmula o recetario con el fin de obtener logros deportivos o de otra índole, sino que tiene más que ver con “los valores  que están detrás de quienes consiguen lo que se proponen”. En este sentido, el coach Wooden no solo cambió la manera de ver el juego, sino que marcó una forma de entender la vida y de alcanzar ciertos objetivos.

Señalemos, asimismo, que para el entrenador Wooden “el éxito era la paz interior que resulta directamente de la autosatisfacción de saber que has hecho todo lo posible para ser tan bueno como eres capaz”.

Para efectos de comprender a cabalidad los fundamentos de este modelo motivacional, es necesario analizar los principios que constituyen la base de la pirámide de John Wooden. Revisemos, entonces, dichos fundamentos.

La pirámide del éxito de Wooden está basada en la idea de que existen tres grandes áreas que deben ser trabajadas cuando se pretende lograr un determinado objetivo, donde cada una de esas áreas coincide con una zona de la pirámide, a saber: la base, el cuerpo y el vértice de la pirámide. Los componentes que conforman la base son lo que sostienen todo lo demás y son los siguientes:

La laboriosidad: por norma, el camino para el éxito es el esmero y la perseverancia en el trabajo, por lo que el esfuerzo debe ser diario. Solo lo que se consigue trabajando con disciplina y esfuerzo es perdurable, todo lo demás se esfuma con facilidad.
El entusiasmo: para perseverar en el día a día, es necesario tener la convicción y los deseos de hacer lo que se hace. A estos dos elementos vinculados entre sí se les denomina “entusiasmo” en la pirámide del éxito.
La amistad: es preciso dejar en claro que en los logros propios siempre están presente otras personas, ya que no somos una isla en solitario. Por lo tanto, cuando hay un sentimiento amistoso hacia otras personas, se incrementa de manera notable el entusiasmo y se facilita el esfuerzo conjunto.
La lealtad: primero que todo, hay que ser leal y coherente con uno mismo y, a continuación con las personas y las metas propuestas. La lealtad es sinónimo de coherencia con lo que se quiere, entre lo que se dice y lo que se hace.
La cooperación: cuando cada persona se convierte en un estímulo para los otros y, a su vez, recibe de los demás un estímulo y un aliciente, se elevan las probabilidades de conseguir aquello que se busca.

El segundo gran componente de la pirámide del éxito es el cuerpo y corresponde a los valores que ayudan a que un propósito perdure y se mantenga en el tiempo. Los elementos que integran este componente de acuerdo con “La mente es maravillosa”, son los siguientes:

Iniciativa: hay que ir por lo que uno quiere y no esperar a que lo deseado venga a uno, porque lo más probable es que esto último no suceda. Se deben tomar decisiones y acciones para avanzar, y nunca se le debe tener miedo al fracaso.
Propósito: se refiere a la planificación necesaria, o sea, a una hoja de ruta que, por cierto, no es inamovible, sino que puede ir cambiando según se requiera.
Autocontrol: tiene que ver con mantener el equilibrio en los momentos difíciles.
Alerta: nunca se debe caer en el exceso de confianza, sino que es necesario estar atento, especialmente, cuando se presentan cambios en los planes. Un objetivo no se alcanza hasta que realmente se alcanza. Aun estando a un paso de lograrlo, el objetivo puede perderse.
Condición: para lograr lo que se quiere hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades, corregir y superar las flaquezas. Es importante mantener una buena condición física, emocional y mental: “Mens sana in corpore sano”.
Destreza: las tareas esenciales deben repetirse y practicarse hasta se puedan realizar de manera rápida, correcta y en forma casi automática.
Espíritu de equipo: para conseguir un objetivo, hay que pensar en forma colectiva y colaborativa. Siempre se necesitará la ayuda de los demás y, a la vez, los mejores propósitos son aquellos que benefician a muchos, de preferencia: a todos.

En el vértice de la pirámide del éxito terminan confluyendo todos los valores anteriores y entregan como resultado tres rasgos que resultan fundamentales para lograr todo lo que una persona se proponga. Esos tres elementos son los siguientes:

Carácter: para Wooden el carácter corresponde a la fortaleza que mantiene todos los valores que han sido señalados, para cultivarlos e incrementarlos. También a la capacidad para ser una persona auténtica bajo todas las circunstancias.
Confianza: cada persona debe creer en sus propias capacidades, ya que de este modo, consigue la confianza de los demás. Nunca se debe caer en la pedantería.
Competitividad: saber competir es ser capaz de crecer y superarse aún más en los momentos de dificultad, así como también responder con coraje a los retos. Las dificultades hacen más atractivas las metas.

A raíz de todo lo anterior, la pirámide del éxito de John Wooden se ha convertido en un modelo a seguir para muchas organizaciones, ya que tal como puede observarse, el modelo se basa en valores, pero también se orienta a los logros. Representa, por así decirlo, “un mapa mental” que ayuda a centrarse en lo importante, dejando de lado lo aleatorio.

Digamos, finalmente, que este modelo no es una simple receta de lo que hay que hacer para tener éxito, sino que es una propuesta acerca de qué valores hay que desarrollar e interiorizar en nuestras vidas para efectos de lograr aquello que queremos alcanzar. Es por ello, que no solo es aplicable al área de los deportes, sino que a cualquier ámbito del quehacer humano, en función de que marca una forma de comprender la vida y de alcanzar un objetivo, sea cual éste sea.

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