En esta columna se pretende resaltar el modelo de gestión que ha ido sosteniendo con el tiempo en el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), como una institución a la vanguardia en materia de fomentar el Desarrollo Económico Local (DEL) en la industria agropecuaria chilena, especialmente a pequeños agricultores, apoyando directa o indirectamente el desarrollo de las empresas micro, pequeñas y medianas de nuestro país. Considerando que la agricultura representa un 3,4% del PIB nacional según ODEPA (2015), generando más del 10% del empleo directo, se plantea que las políticas adoptadas por INDAP pueden servir como ejemplo a seguir para otras instituciones estatales que tienen incidencia directa con el desarrollo productivo local a nivel nacional.
Los orígenes de INDAP se remontan a mediados del siglo pasado específicamente en el año 1962, junto con la Corporación de la Reforma Agraria (CORA), fue parte de una serie de reformas relacionadas con la agricultura impulsada por el Gobierno del Ex Presidente Jorge Alessandri Rodríguez. Inicialmente esta institución fue creada para apoyar a la pequeña agricultura, permitiendo el acceso de la propiedad a la tierra de quienes la trabajaban.
Hoy en día el INDAP es una institución moderna, centrada en fomentar y apoyar la agricultura familiar campesina de pequeños productores, promoviendo el desarrollo tecnológico del sector, para mejorar su capacidad comercial, empresarial y organizacional, buscando aportar al DEL, a través de instaurar un estándar en temáticas de la agricultura a nivel nacional, resaltando valores culturales y tradiciones, formando un enjambre de emprendimientos rurales, que refuerzan una marcada identidad local.
La forma de operar que tiene INDAP, es a través de programas específicos que tienen tres líneas de acción dirigida a los pequeños agricultores, relacionadas con, asesoría técnica, innovación de inversiones, financiamiento, normalización de títulos de dominio, que se fortifican con el establecimiento de instancias de coordinación con otros ministerios para atender sus necesidades de manera más amplia.
El primero que tiene que ver con una amplia gama de siete programas de fomento productivo, los cuales son: programa de desarrollo local (PRODESAL), el convenio INDAP-PRODEMU (Fundación para la Promoción y Desarrollo de la Mujer), programa de servicio de asesoría técnica (SAT), el programa de desarrollo territorial indígena (PDTI), programa ésta es mi tierra, alianzas productivas, capacitaciones móviles, convenio SENCE (Servicio Nacional de Capacitación y Empleo) y seminarios masivos.
En segundo término se encuentran siete programas relacionados con inversión, dentro de los cuales se pueden encontrar: el programa de desarrollo de inversiones (PDI), sistema de incentivos para la sustentabilidad agroambiental de los suelos agropecuarios (SIRSD-S), programa de riego asociativo (PARA), programa de riego intrapredial (PRI), programa de obras menores (PROM), programa bono legal de agua (BLA), programa de praderas suplementarias.
En tercer lugar se encuentran cuatro programas destinados al apoyo financiero, dentro de los cuales se pueden encontrar: crédito corto plazo, crédito largo plazo, seguro ganadero y programa de apoyo para la contratación de seguro agrícola.
Si bien es cierto, de los dieciocho programas destinados a apoyar en diferentes esferas el desarrollo productivo agropecuario a través de INDAP, solamente tres de ellos, tienen una incidencia directa en el DEL, como lo son PRODESAL, que tiene como objetivo entregar asesoría técnica y apoyo financiero a familias rurales que tengan actividades silvoagropecuarias, el convenio INDAP-PRODEMU, cuyo fin es apoyar con asesoría técnica y ayudar a institucionalizar como empresarias a mujeres que desarrollan actividades agrícolas y el PDTI, cuyo rol está asociado a apoyar a familias productoras agrícolas, pertenecientes a comunidades indígenas, por medio de asesorías técnicas y financieras. Los demás programas influyen, de una u otra forma, en focalizar el trabajo en el desarrollo del territorio, donde se encuentran los empresarios, incorporando aspectos dignos de destacar, como instancias de participación ciudadana desde los territorios, aseguramiento de la sustentabilidad de los pequeños agricultores, impulsando el desarrollo de energías limpias y de bajo costo y la relación entre el mundo rural y la ciudad, a través de la implementación de ferias regionales y nacionales con permanencia en diferentes localidades.
Por otro lado, si se analiza la realización de los programas impulsados por INDAP, mayoritariamente son medidos con instrumentos de carácter cuantitativo, es decir, número de asesorías, cantidad de fondos disponibles, metros cuadrados de predios agrícolas, etc, los cuales tienen que ver directamente con el CRECIMIENTO económico del país. Pero también se complementan con un componente cualitativo, relacionado con los aspectos culturales e identitatios antes descritos, además de otros de carácter inclusivo, tales como el apoyo a grupos de agricultores de origen indígenas y/o mujeres, constituyendo la esencia del DESARROLLO económico, que debiera perseguir cualquier institución estatal para darle sentido a las políticas públicas que está llamada a ejecutar.
Finalmente la externalidad más importante de la agricultura chilena, es que su crecimiento en general, contribuye más que el promedio de toda la economía para la reducción de la pobreza (Valdés y Foster, 2005), esto se afirma porque justamente las ocho regiones con predominio de la actividad agrícola, corresponden a las más pobres del país, por esa razón, es primordial una política de desarrollo rural seria, que acompañe a nuestros pequeños agricultores a darle valor agregado a su esforzada labor, la cual repercute en todos los chilenos.
Guido Asencio Gallardo
Académico e Investigador Universidad de Los Lagos
Miembro Núcleo Desafíos Regionales
Miembro del Consejo Asesor Socio-Productivo